2.9.09

PAQUETE

Mis abuelos paternos vivían en Alta Córdoba, en una casa grande que iba de calle a fondo. Bueno, la casa supongo que era chorizo y en el fondo había algo cultivado, un horno de barro, gallinero y árboles. Luego, eso se dividió en la cantidad de hermanos (siete) y construyeron allí sus casas y quedó un pasillo ancho. Mi mamá vendió su parte y picó champión. Pero, obviamente, íbamos con frecuencia a visitar los tíos, más aún la tía Elbita, que era el punto de reunión: almuerzos, meriendas, tejidos, devanar lana (embole mal) y siestas eternas.
Un tío que vivía casi al fondo, tenía un perro muy malo que se llamaba Paquete. Si estaba afuera el Paquete todo el mundo estaba adentro. Pero más al fondo aún había unos árboles para trepar y jugar a la nave espacial. Nos encantaba subir con mi prima Patri, mejor dicho, ella trepaba como un gato luego de que a mí me hiciera pié con las manos entrelazadas, me empujara del culo y yo me llenara de rasguños con la corteza gruesa de nuestra Endeavor.
Un día, íbamos muy felices al árbol del fondo, portando la guitarra criolla, mi prima cantaba deliciosamente La Avenida de Los Tilos de Luciana y algunos temas de Pastoral. Y no nos dimos cuenta de que el infeliz del Paquete estaba suelto. Ella puso a salvo su guitarra y su humanidad sobre una tapia en un santiamén. Yo puse el grito en el cielo y el cuadrúpedo sus dientes en mi muñeca izquierda. Hincó pero la piel curtida por los soles siesteros no derramó una gota de sangre. Dolió y mucho y salieron tíos vecinos y el animal pasó pal fondo de su patio de un escobazo. Era petiso, peludo y tricolor. No era como el Pipo, el perro de mi prima, que era buenazo y tenía el maxilar inferior que pedía a gritos una ortodoncia. Seguro que si hablaba te escupía toda.
Terminamos en el árbol cantando nuestras canciones, por supuesto. Mi cara ardía surcada por las lágrimas sobre el rostro empolvado de tierra y al que luego del baño mi mamá le pasaría Nivea al igual que a las rodillas (para que cuando seas grande las tengas lisitas...)

4 comentarios:

Magdalena Aliaga dijo...

ME pareció divina la anécdota de paquete. Pero mientras leía me fui metiendo en la vida de tu mamá y también la de tu tía Elbita. Emotivo el primer relato, hondo, elocuente, llegué a cuánto duele una ausencia de alguien a quien tuviste tan presente y eso que yo no he tenido ninguna pérdida grande. Y el relato de tu tía, simpático, una verdadera foto de ella, puedo hasta imaginármela.
Escribís lindo Ross, y ami particularmente me fascinan las historias mínimas para leerlas o para verlas en el cine. Para cuándo el libro...?
un abrazo,
Magdalena

Anónimo dijo...

Vos sos algo de Veronica? Si lo sos te felicito, esa chica es admirable. Saludos, Cande.

Rossana Vanadía dijo...

Gracias, Magda, veremos, mientras... recopilo recuerdos, anécdotas, ocurrencias.
Cande, la felicitemos a ella. Acá hay cosas escritas sobre la Vero, si querés te pongo el link, gracias por pasar.

Anónimo dijo...

Sí dale!! justo ayer le hablaba a mi abuela de la Vero y de su fuerza. Cande.