9.8.10

INTENSIDAD



Este fue uno de esos fines de semanas intensos en los que uno no puede dejar de sentir un golpeteo de emociones, obligaciones y darse cuenta también de las obsesiones, porqué no.
Llegó el día del niño y el fin de la pregunta del pequeño: ¿cuánto falta para el día...?
La espada luminosa (por parte del abuelo) y la estación de servicio listas y viajando en el baúl del auto desde hace una semana. El libro regalo de mamá para que pueda leer solo: letras mayúsculas y dibujos divertidos. Admirables, juro que miraría cuentos así todos los días. Mucha alegría, mucho entusiasmo en el desayuno entre muffins rellenos de dulce de leche por su pedido y brownies que la niña misma preparó en la cocina nueva porque la jubilada tenía sólo dos hornallas en funcionamiento y una tapa de horno insostenible. 
¿Cuál es tu obsesión? Elegir es una: ¿por qué no poder optar entre una y otra cuando las posibilidades se redujeron a dos cocinas? De antemano, uno va con un patrón, una serie de condiciones y aparece la otra opción, la inesperada y cae el cristal que sostenía la idea inicial. Es la misma adrenalina que me llevó a contrabandear el MP4 en la cartera para observar si todas las funciones estaban en condiciones antes de llegar a manos de su dueña (ese fue su presente) y sin tener que esperar a hacer un reclamo.
La cocina en su sitio. El plomero en su casa (por suerte, acudan a mí todos los dioses del olimpo) se fue en algún momento luego de dar todas las explicaciones sobre la los procedimientos que ni siquiera me entran por una oreja y salen por otra, me repelen. Vamos a buscar la cocina Luis, vení así ves lo de la instalación. Bueno, pero antes pasemos por la casa de mi mamá porque tengo que buscar la garrafita y luego tiene que cargar la garrafita. Y lo perdíamos en el Easy y hablaba horas con el vendedor y se despidieron como grandes amigos y yo con ganas de meterme en las piletas vacías. No entiendo. No importa.
Domingo, día del niño. 8 a.m. Ahora entiendo porqué mi vieja me daba el regalo la noche anterior. Abrimos paquetes, servimos desayunos. E hicimos, obvio deberes. Nos vestimos a los pedos, llegamos al Parque despeinados pero con el mate y los muffins y los brownies. Sol, viento, maratón. Mi hermano ofrecía sus dotes deportivas bajo nuestro aliento pachorriento y sobrealimentado. Mi otro hermano, mis sobrinas, mates al sol y a arengar se ha dicho. Arengábamos al que pasaba y nos divertíamos: atleta, chica con perro salchicha, mamá con bebé en cochecito, abuelita con nieto, la Marianita y su mamá. Más la ausencia de la Vero y su presencia infinita. Comimos rico y juntos, a mis hijos les gustan sus tíos. Jugamos al disco o feesbee y mi hijo me ganó por culpa del viento, eh?
Nos esperaba el club y la exhibición del video que ven, la que dice mirá mirá, soy yo. Envidio ese porte y esa habilidad corporal de mi hija, destreza que no heredó de mí, también vimos a otros atletas. Y el pequeño vino con la frustración de no animarse a ser karateka. Pegan fuerte, dijo. No me gusta. Todo ok, veremos. 
Los deberes y la escuela otra vez hasta que agarra el bajón y la mudez dominguera. 
Tanto cansancio me paraliza, me succiona, me desmoraliza porque el lunes es inevitable. 
Tanto amor me matará, decía un tema de Roger Taylor. No me extraña. Como sea, esta vida, merece ser vivida.

2 comentarios:

horacio dijo...

si lo leen vas a deschabar el escondite

Rossana Vanadía dijo...

Esta vez los despitamos cambiando de baúles.