22.11.10

FAMILIA RODANTE

En honor a semejante filme se aventuran, a continuación, una serie de capítulos que relatarán las peripecias de una familia tipo, la nuestra, nómade y con la brújula (¿dónde la pusiste?) extraviada.
Resulta que las idas y venidas, dimes y diretes, inmobiliarias y costos de materiales de construcción derivaron en la remodelación de nuestra querida casa. 
Lo que al principio parecía todo planificado milimétricamente, continúa descontracturado, despelotado y dislocado. Así de simple y engorroso. No es fácil remodelar una casa habitándola y menos hacer mudanzas internas.
Un día en que tuve que tirar mis muñecas Rayitos de Sol semipodridas lloré como Andrea del Boca en Celeste, siempre Celeste. Y no te digo cuando tengo que revisar papeles amarillentos, Papá Corazón y la Andreíta hablando con la muertita son apenas un cartoncito de muestra de pinturería al lado de mis lamentos.
Empezamos por el living y nos peleamos por el color de las paredes. Parece el Vaticano. ¿Qué es el Vaticano?, alguien pregunta por allí Bueno, amarillo Vaticano. Divino, es luminoso me gusta... seguimos por un cuarto y oh oh, el ceramista se accidenta, quedan las camas distribuidas por todos lados, el garage repleto de materiales, los perros blanquecinos y los niños alergiosos. Paren el mundo que me voy a bajar. Mejor busquemos un lugar alternativo. Nadie tenía ese espacio hasta que sí. Alguien lo ofreció y así los supuestos albañiles, pintores y rompedores trabajarán a sus anchas y nosotros despelotaremos otro sitio a las nuestras.
Allá fue la familia rodante con perros, instrumentos, pilchas, trastos y heladera. Notebook, obvio. Al reverendo pedo: no tenemos cable ni wi fi. O sea. A leer mucho y a ejercitar la imaginación. Pero tengo dos niños ¿se acuerdan? Bueno, ellos super adaptados a ese complejo cerrado de departamentos. Los veo con frecuencia, generalmente cuando tienen hambre o sueño. Tengo dos perros también (en mi vida todo es doble menos el marido) y a ellos hay que bajarlos y subirlos a cada ratito. De eso se trata esta adaptación a una vida nómada como mis queridos aborígenes sanavirones, poblada de olvidos, replanteos, objetos que se pierden, paredes que retumban ante la ausencia de muebles y otros aires, que no son los buenos aires, pero son ... distintos y por qué no, luminosos... (continuará...)
Update: por unos días desaparecieron los espejos de mi vida ¿les pasó? hasta que se cruzó alguien muy parecido a mí en un supermercado y me dije: es hora, tenemos que llevar uno!

2 comentarios:

Mara dijo...

Ni te imaginás lo que te entiendo!
Compramos casa a terminar pensando que terminarla era una papa... como plantada en el medio de un desierto estaba la papa!!!
No es que no se termina más, no termina de arrancar!!!!
Habitantes en tránsito también somos!

Rossana Vanadía dijo...

Mara, nos juntemos a hacer terpapia grupal. Ahora se agregó la fobia a los alacranes.