7.2.11

¿CÓMO CONVIVEN UNA OJOTA Y UN LIBRO?

Por lo general uso bolsos gigantes, enormes. Me gustan los livianos, tipo bolsas: de jean o tela y diseño variado. Ahí llevo pastillero, monederos varios, cremas de mano, tarjetas y etcéteras. Agenda, libretitas, lapiceras, llaves, credenciales. Todo suelto y despelotado. Papelitos, muchos papelitos y algún libro. A veces ordeno la cartera y me propongo achicar el tamaño pero enseguida fracaso. Una vez me compré una que tenía muchos compartimientos y me perdía como en un laberinto de espejos. 
Revuelvo a ciegas para buscar las llaves, el broche del pelo o monedas sueltas. He llevado globos que nos han salvado en salas de espera o cuadernos para jugar al ahorcado.
Pero hoy habita mi bolsón una ojota recontra gastada. Ayer mi hijo rompió la otra y partí con su par en la bolsa para comprarle unas nuevas del mismo tamaño ahorrando el trámite de llevarlo para que se las pruebe.
En la película Un día inolvidable (trailer abajo), la Pfeiffer y Clooney corren solos por la vida con sus hijitos incorporados. Ella lleva siempre un bolso gigante que los salva de tormentas porque pela al toque un paraguas o comida y hasta juguetes. Cuando presenta una maqueta en un nuevo empleo, necesita demostrar el funcionamiento de una playa de estacionamiento: saca de la cartera/galera los autitos de su hijo y le aprueban el plano.
Yo digo ¿de qué me podría salvar esa ojota gastada y descolorida? No sé, pero hoy la he sacado varias veces para mirarla. Soy fetichista de los objetos cotidianos de mis hijos.

ME TOMO 5 MINUTOS, ME VOY A LAS SIERRAS

Sí, fijate que aunque no hayas tomado la decisión de vivir en las afueras de las ciudad, un buen día, agarrás el auto, el canastito onda Oso Yogi, los niños, el perro, el marido, un bolso y te vas para el norte, sur, este u oeste y algún arroyo vas a encontrar sin viajar demasiado.
Hoy, la madama estaba encaprichada con ir a las 3 cascadas, la locación del famoso shock! de la Giménez. Digamos que no es como un mojón, como las manos marcadas ni hay un monolito. Será porque el agua fluye y la rubia ni pisó el lugar otra vez. Tampoco usa Cadum y es lo que menos me importa.
Lo cierto es que Ascochinga, como podria decirte Cabalango, Villa Animí o Molinari, sin ser famosos son sitios llenos de oxígeno, sin parlantes estridentes, con niños que juegan en la arena, otros que se bañan en ollas de agua cristalina y cascaditas para que caigan estrepitosamente por tu espalda. 
Má, ¿trajiste picadillo? La má, llevó salado, dulce, fresco, caliente y se sentó a tomar mates con su pequeña Blackie que por primera vez nadó un río. Luego de salpicar y trepar como cabras,  la má con ayuda del pá, los dejó sequitos con ropa olor a rico para comprar más allá salame de la colonia y queso y cenar bajo el cielo. El único trámite fue llegar dormidos y enredados en la parte de atrás del auto y entre sueños comentar: que buena idea ¿cuándo vamos de nuevo? EN CUANTO PODAMOS.
Update: la imagen final del video de la publicidad es tal cual de la que tomamos arriba...

4.2.11

EL CLUB, LAS VACACIONES Y EL CULO SUCIO

Cuando yo era chica, no fueron épocas de grandes vacaciones para mì. Más bien se reducían a ir al club a la tarde (recuerdo levantarme y pararme en la esquina para hacer el cálculo meteorológico para que no se me arruine la pile) donde jugábamos a la "madre": uno se tiraba así y todos nos tirábamos igual, luego venía el sánguche y la coca y eso daba paso a las cartas: el desconfío, el culo sucio y el chancho.
De fondo sonaba un dj (el Tata) que entonces era el propalador (midió que antiguo todo eso) y ponía El extraño de pelo largo, Funkytown y los Bee Gees. Usábamos el pelo con permanente y flequillo, pantalones Little Stone y bolsos marineros. 
El color de la piel superaba el negro caribe, el sapolán ferrini tenía un olor a coco repugnante y si no te tostabas bien te ponías un gel de coty en las gambas que manchaba hasta el tapizado del auto. En la carra tierra hindú y para delinearnos Kohl. Así de estupendas salíamos del club, caminábamos 8 cuadras y hacíamos puerta en alguna casa. Inventábamos romances, algún top ten de galanes y muchas ilusiones. 
Marzo era lo úncio que rompía el hechizo. De vuelta al cole aún la marca de la bikini seguía incrustada en ese cuerpo adolescente candente que, al año siguiente, regresaría con otras formas y modas.