
Finalmente, ganamos una batalla doméstica y ahora estamos comprometidos otra vez. De tanto andar y desandar el camino que va desde mi oficina al sitio de los cachorros, me fui encantando con ellos y cada día alivianabar el argumento de que, por más que ya tenemos perro, porque no pueden ser dos? y salvar este pequeño de quién sabe que destino. Pero faltaba la anuencia del otro 50 por ciento. De eso se encargó la pequeña con súplicas imposibles de no tener en cuenta. Y ablandar al papá. En fin, ayer a la tarde me fui y le marqué la patita con una cinta para poder recogerla a la noche, antes de venir a casa. A las 10 de la noche, en la oscuridad, tanteé entre los cinco cachorros y la primera que toqué fue la elegida. Más tranquila porque hoy parte también el machito, la traje al nuevo hogar. Mi nena esperaba con un canasto que antes usaba de moisés de sus bebés y un cartel: "Bienvenida Manchita". Pero la pequeña no tiene ni una mancha, es absolutamente negra y brillante. Atrás quedaron mis ideas de llamarle Bombón, Africa o Zulú. Blackie sugirió el papá, mirando de lejos, nomás. Y así la llamaremos. Anoche, la verdad, costó conciliar el sueño porque la excitación nos había ganado. A todos. Mirarla explorar, patinarse en el piso encerado, reconocer a los niños, ese asombro, esos ojitos y esa alegría de los chicos... A mí me dieron a menudo esa oportunidad cuando era niña y de grande me la rebusqué yo. Tener mi perro, dibujarlo, nombrarlo, presumir de sus andanzas. El Amigo, Bongo, Pototo, Biko y el salchicha Lucas que ahora anda alborotado pero luego jugarán y nos darán flor de espectáculo. Hoy se han levantado temprano, todos... Y la casa está llena de exclamaciones y novedades... Eso nos ha traído la chiquitita con ese pelaje tibio, esos ojitos oscuros y otra vez, vida!