
Todos, en algún momento, o casi siempre, nos creemos el pupo del mundo. Que se yo si está bien o mal que así sea. Pero por ahí hartamos o nos hartan los pupos del mundo. Que estoy bien, que estoy mal, que me viene, que no me viene, que se fue, que volvió, que tengo un grano en la oreja (que sutil, je) y encima la empleada no vino. Los bebés, los abuelos, los niños, los adolescentes, los jóvenes adultos, los los cachorros, malcriados, llamativos, sobreexpuestos. Hijos únicos, del medio, mayores y menores. Artistas, actores, famosos porque sí, empresarios, periodistas, escritores, amas de casa. Ombligos con pelusa o que aún no han caído.
Pupos del mundo uníos y hagamos terapia en grupo. Je.