Al chip de la música no me lo van a sacar más. Escucho, canto, curioseo en términos musicales. Cuando comencé la facultad, fahhhh, había todo un universo y una oferta extraordinaria en ese aspecto: recitales, cantantes por descubrir, festivales, casetes, etcétera.
Con mis amigas íbamos donde podíamos o queríamos sin más patrimonio que la plata para el pasaje de colectivo, un sueter, y el walkman siempre a mano.
Rock, nuevas trovas, algo de folklore y pop, nos encantaba hacer colas en los recitales porque ahí conocíamos más gente del palo y nos divertíamos a morir. Bebíamos lo que caía en nuestras manos, y otras cosas que nos daban ataques de risa y nos ponían los ojitos achinados. Escondíamos petacas en las medias y entrábamos a los estadios y cuando salíamos esperábamos a Fito, Lebón, Los Moura, Prodan, a quién sea para curiosear.
PARA NO VERTE SIEMPRE...Un día Mercedes Sosa tocaría en Cosquín, sola. Había vuelto al país con un repertorio excelente y todos queríamos oírla. El tiempo sobraba y el dinero no, pero partimos igual creo que, de todos modos, hasta Ushuaia nos quedaba cerca.
Apenas llegamos al anfiteatro, las luces se apagaron y una horda de "los sin entradas" corrió y saltó las vallas. Nosotras también, obvio. La última era la más alta y un pibe me tomó de los tiradores del jardinero (los usaba a morir, de jean o a rallitas y con zapatillas tenis) y me levantó por los aires y ya estaba del otro lado. Las otras chicas también. Nos abrazamos felices y a disfrutar. Estos chicos habían venido del Gran Buenos Aires, de Alejandro Korn, recuerdo. El recital desembocó en una visita a la morada de ellos: una plaza donde ellos estaban parando por unos días (nena, en qué andás vos?) y nosotros esperábamos el amanecer para volver. El que me levantó por los aires tenía el pelo largo y dorado, era grandote y estaba curtido por el sol. Cuando te digo grandote es que tenía sus buenos asados encima. ¿Y vos que hacés? Pinto, me dijo. Enseguida me lo imaginé a lo Miró ante un lienzo. No, pintaba casas, paredes, esas cosas. Y cantaba muy dulce y tocaba la guitarra y no paraba de mirarme a los ojos. Adentro de los ojos.
"Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte" y me miraba. Comenzaba a amanecer y nuestra carroza ya era un zapallo podrido y ya teníamos que regresar. Todo lo que hizo es seguir mirándome dentro de las pupilas y despedirse con un beso en mi mano.
De vuelta, dormimos como osos. Por un tiempo, recibí un par de cartas de él y siempre terminaban:
"para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos... en todas las visiones..."Y cuando me escasea el autoestima, me salta esta historia romántica, platónica y necesaria que pertenece a los 20 años que se encuentran en algún sitio en el corazón. Y como dije al principio, hasta banda musical tiene.