Me cuesta tanto llevar a vacunar a los niños. Es porque yo fui una cobarde de aquellas con las vacunas, el dentista y todo lo que implicara invasión corporal que pinchara. Azul es sumamente exagerada porque a la dosis de la jeringa le suma sobreactuación con unos sollozos extremos. Una vez tuve que firmar en una clínica que me comprometía a darle los antibióticos por boca porque no se dejó canalizar y otra vez una enfermera no la podía vacunar, ella decía: esperá que voy al baño y vomito, buahhhhhh. Iba y volvía. Y cuando la pinchó no sintió nadita.
Hoy fuimos con ambos para la famosa H1N1. ¿Va a doler? No, la aguja es finiiiiiiiita. Todo normal hasta que entramos al vacunatorio y Oso entró en pánico. Mami mami mami. Azul peló brazo, yo le apreté la cabeza en mi pecho y listo. Le dijo a él: nada de nada. Cuando le tocó, tampoco dolió. Luego volvíamos en el auto y desempolvé mi vieja experiencia en el asunto:
Mamá tenía como 6 años y la nonita que era joven entonces, la llevó a vacunar. Rossanita era chiquita pero coqueta, llevaba una carterita de cuero blanca de esas que se cierran a presión así: click. Le pidió a su mamá que le diera el carnet vacunatorio para llevarlo. Y ahí fueron las dos en colectivo. Cuando bajaron, la pequeña dijo: dejé la carterita en el ómnibus, ahora no me van a poner la vacuna. Pero la coartada me salió tan pero tan mal porque me tuvieron que poner todas de nuevo para tener completa la certificación para ingresar al primario.
Papi, al volante, me miró de reojo y me dijo: ¿qué hizo tu vieja? Nada, me compró un helado, dije. La verdad es que no me acuerdo que hizo. Pero si no me compró un helado, le pega en el palo.
A los chicos les encanta que le cuenten anécdotas de los padres en las que puedan identificarse u opinar que hubieran hecho ellos en ese lugar. Mi marido sentenció: yo te las hubiera hecho poner todas en un día y en el mismo brazo por caprichosa. Y me vengué: ¿y vos que te hiciste caca en segundo grado y nadie quería ir al lado tuyo en el transporte?
Los chicos se despatarraban de la risa. Pero papá se defendió "lo mío fue involuntario, lo tuyo a propósito".
Al niño le encantan las historias escatológicas pero ella preguntó: ¿y era linda la carterita?...
3 comentarios:
tan verdad, les encanta. a mí también me gustó.
Es así, mi vieja, que tiene nietas bastante grandotas, cuenta como les gusta ponerse a hojear álbumes de fotos mientras les cuentas las sobadas anécdotas de siempre.
Me identifico además con esta historia porque en la primaria era el más cagonazo - de lejos - en esos operativos que caían a perforarte el cuerpo impunemente en la escuela. Si habré protagonizado persecuciones por los pasillos!
Viva Sabín!
Ehhh.. tampoco tenías que escracharlo así al pobre flaco... una cagada se la manda cualquiera :S
Yo de las vacunas no recuerdo el dolor, recuerdo -eso sí- los "viajes" que me pegaba por la fiebre. Qué paisajes y sensaciones!!!
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