Sucedió en el período que va entre que murió mi papá y mi mamá, no sé si sería porque ella lo presentía o porque ya estaba todo escrito o realmente no había mucho que perder, que se yo. La historia es que la vieja se decidió a colgar el delantal, la escoba y pegarle una patada al balde. Se tiró a leer, ver
telenovelas y tertuliar con amigas. Yo, que ya
laburaba bien (más en esa época, digamos), la mimaba y cada vez que cobraba me caía con un ramo de flores coloridas, chocolates y libros de amor. Comprábamos electrodomésticos para aliviar los quehaceres y nos dedicábamos bien al dolce far niente.
Fue entonces cuando apareció "La
Marce", joven, con una niña, buscando
laburo. La
Marce venía todos los benditos días, limpiaba, planchaba, acomodaba, tomaba mates con mi vieja y dejaba todo impecable. La invitábamos a pasear a las sierras, le sacábamos fotos a su Flor, siempre con su Flor a cuestas. El marido era un buen atorrante que no la dejaba a sol ni a sombra. Un día llegó, mi alma, toda golpeada y nos dijo que se había caído en el baño. Mi vieja le sacó los datos a verdad o mentira y la animó a que se fuera y lo denunciara. A los días, se volvió a la casa de su mamá y hermanas y el tipo no la podía ni mirar de lejos. Nos dejó, el muy maldito, unas amenazas en manuscrito por debajo de la puerta. La
Marce se puso hermosa, usaba
puperas y salía a bailar. Nos dijo que estaba
re bien y dejó de venir. Pero al poco tiempo, de nuevo. Volvió con el tipo y otra vez embarazada. Bajo promesas, obviamente, él le dijo que todo estaría bien y
blablabla.
Otra niña y más trabajo para ella, hasta que en casa la salud de mi madre puso fin a esta relación. A lo que se sumó mi mudanza momentánea y la crianza de la bebé por parte de La
Marce.
Ella es muy linda, tiene esos rostros con ojos almendrados y pelo lacio, onda
Millie Stegman, si me permiten. Aunque no es la niña de entonces, aún se advierte su belleza sin maquillajes y de cola de caballo. ¿Cómo lo sé? El otro día me golpeó la puerta. Aún se emociona (nos emociona) evocar las épocas en las que ella casi disponía de la
cotidianeidad de una casa que le abrió los brazos. Esta vez con otro niño de la mano. Y buscando
laburo, por supuesto. Acudiendo otra vez a nosotras, aunque la mitad esté en la memoria. Yo tengo quién me ayude ya. Pero me siento en la obligación de conseguirle un espacio. O prestarle la oreja. O comprarle productos de su cartilla de cosméticos. O invitarle al niño a que juegue con el mío. "Hay un
boomerang en la
city, mi amor. Todo vuelve como vos decís" (Si se me permiten otra vez, una cita al rosarino ...
Fito)