
Ella es toda una especie extraña.... Tiene una personalidad strong y deshinibida. Protesta y esgrime argumentos donde quiera que esté pero es capaz de despilfarrar ternura a la vez.
Ella guarda papelitos en cajas, cajitas, cajones, junta, pide, esconde. Entradas de circo, cajitas de dentífricos para guardar caracoles brasileños, hilos dorados, angelitos de plata, fantasía y de cerámica. Rotos, sanos o despintados. No importa, guarda. Guarda sobres vacíos de jugo Tang porque le gusta el olor o de sopa instantánea. Tiene un cofre de tesoros repartido en una repisa de cuatro pisos. Un cofre que haría la delicia de un puestero de San Telmo dentro de 30 años. Le gusta lo salado. No le hace para nada a las tortas, los merengues, las facturas ni las masas. Le hace al sandwich, a las comidas preparadas, a la buena mesa y eso sí, a las frutas.
Ella anda por la vida como diva. Tiene ese don y esa postura. Provoca esa sensación de adoración o ignorancia. Pero tiene un séquito que la persigue y otro que la enfrenta. Baila, canta, habla todo el tiempo, hasta cuando se está durmiendo... tiene la piel tersa, fácil de broncear, el pelo sedoso, los ojos almendrados, la espalda recta. Le encanta viajar pero aborrece, la altera, el traslado... Cuánto falta para llegar? Poquito o mucho? Cuánto es poquito? Aún no maneja bien los períodos de tiempo, esas absurdas abstracciones y a veces media hora es algo eterno, ni que decir hasta que llegue el domingo. Ella pregunta sobre su origen, si estuvimos contentos con esperarla. Yo le digo que si, que siempre supe que sería nena, mi Azul. Desde el primer momento. Ella fue mi tesis en la maternidad. El principio de una elección. Ahora hasta es capaz de leer sobre mi hombro mientras escribo y así nuestra realidad se va transformando. Cuando nació y la vi, es como si al coserme, me hubieran puesto el chip del amor infinito. Ahora lo comparte con EL... Pero esto continuará en otra historia...